viernes, 17 de agosto de 2007

OBREROS POBRES, PAPEROS POBRES

OBREROS POBRES, PAPEROS POBRES

Pedro Francke

Una de las razones fundamentales por las que el precio de la papa en Andahuaylas, en Ayacucho y en el resto del país está por lo suelos, es que los obreros peruanos se encuentran empobrecidos.

Un obrero limeño gana, en promedio, 970 soles mensuales, lo que no alcanza para sacar de la pobreza a una familia de cinco personas. En los últimos 10 años, los salarios prácticamente no han aumentado en términos reales; se han quedado en el deprimido nivel que los dejó la hiperinflación y el fujishock. El crecimiento definitivamente no ha “chorreado” a los trabajadores. La capacidad adquisitiva - la posibilidad de comprar - de los obreros y empleados peruanos, es mínima y no aumenta.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con los paperos de Andahuaylas? Pues que los que compran papas son sobretodo las millones de familias que viven estirando cada mes su salario para sobrevivir, incluyendo el pago de las cuentas de agua y luz, la compra de medicinas que el hospital público no le da gratis y los útiles y uniformes para mandar sus hijos al colegio. Como esas familias trabajadoras no tienen más ingresos y sí más presión por realizar otros gastos, no pueden comprar más alimentos. También están, es cierto, los ambulantes e informales. Pero ¿de dónde sale el dinero de esos ambulantes? Pues de lo que los trabajadores les compran. Si los trabajadores no tienen más salario, los ambulantes tampoco venden más y no pueden comprar más alimentos. Debido a ello, el déficit calórico (una medida de sub-alimentación) de las familias urbanas aumentó de 26% a 29% en el 2004.

Ante la falta de compradores, el precio tiene que bajar. La falta de capacidad de compra y de demanda de los trabajadores urbanos deprime el precio de la papa y demás alimentos nacionales. Además, en la última década los campesinos han sido exitosos en aumentar la productividad de sus chacras, con el paradójico efecto de deprimir aún más los precios, porque generan una mayor producción que no tienen donde colocar. Así, la pobreza urbana se trasmite al campo y frena su desarrollo.

La falta de demanda urbana, por cierto, no es la única razón por la que los paperos están arruinados. Los enormes subsidios que las grandes potencias económicas mundiales otorgan a su agricultura, abaratan los alimentos importados y generan otro efecto que deprime los precios de los productores agrarios. Un TLC mal negociado –como denunció esta semana Conveagro-empeoraría esta situación. Otra razón es la falta de carreteras hacia la sierra y los problemas en la comercialización, que hacen que la diferencia entre el precio que se paga en Lima y el precio que recibe el campesino sea grande. Pero la falta de demanda por parte de los trabajadores urbanos es un elemento fundamental.

El destino económico de los productores de tubérculos, verduras y demás productos agrarios que no se exportan, depende de la demanda de las mayorías trabajadoras. Si los ingresos de esos trabajadores están deprimidos, el precio de la papa también lo estará.

La alternativa sostenible a los problemas de los campesinos paperos empobrecidos, no son las compras estatales. Esa es una solución de emergencia. La verdadera solución radica en mejorar los salarios urbanos, reestableciendo condiciones de justicia en las relaciones laborales hoy caracterizadas por una completa dominación patronal.

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